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QUÉ PASA EN NUESTRA VIDA CUANDO EL DOLOR SE CONVIERTE EN UN ASUNTO CENTRAL DE ELLA

Los primeros años que viví con Fibromialgia los viví casi en piloto automático.

En parte por los medicamentos para el dolor, y por el dolor mismo, que nublaba mi cabeza.

Creo no haber tenido iniciativas personales, ni siquiera para mi desarrollo como persona -sentía que la enfermedad me había estancado profesionalmente y que mi valía como mujer dependía mucho de eso. No creas que no lo intenté, me atreví a emprendedora en varias ideas, las cuales no dieron fruto, algunos intentos fallidos me pausaron por meses, no sin antes llorar y patalear, porque la mala salud no me permitía dedicarle el tiempo y las ganas que merece un nuevo negocio. Menos mal no me rendí porque esos intentos también fueron parte de mi camino para encontrar mi propósito.


En cuanto a la maternidad vi disminuidas mis capacidades para cuidar de mis hijos, la baja laboral me permitía estar en casa, y aunque había días en que no podía -literal- salir de la cama, o estar de pie más de 5 minutos para no caerme, yo sentía que la humanidad entera me demandaba cuidar de ellos, sin redes de apoyo, ¡obvio! -porque yo creía que se veía malo pedir ayuda, pues me importaba tanto el juicio de los demás que no quería ser tildada de perezosa o mamá despreocupada. Resultado: la casa era siempre un desastre, yo me sentía un desastre, otro motivo para estar frustrada.


Mi relación de pareja se había fortalecido antes de la enfermedad, por lo que este aspecto de mi vida me encontró bien parada, aunque fue difícil para mi esposo aprender y entender sobre la fibromialgia en general, y más difícil entender la fibromialgia en mí. Muchas veces dudó de la intensidad de mi dolor, y me juzgó sabiendo cero de la enfermedad. Otras muchas veces se sintió derrotado e impotente, como si fuera su batalla el que yo me sintiera mejor o dejará de estar enferma. Cuando digo que “este aspecto de mi vida me encontró bien parada” , me refiero a que aún estamos juntos y nos amamos, porque sé que muchas parejas se separan cuando uno de sus integrantes tiene una enfermedad crónica; créeme, muchas veces le pedí a mi esposo que nos divorciáramos, que tenía mi consentimiento para rehacer su vida, porque las discusiones me saturaban y no tenía fuerza para volver una y otra vez a explicarle que yo ya no era la misma y que el dolor físico me consumía, las frustraciones y la tristeza que veía en él me angustiaba aun más. Pasé mucho tiempo fingiendo alegría, ocultando dolor físico, llorando en soledad para “no molestarlo”, para no molestarme.


¿Qué nos salvó?, no sé si el amor, o más la perseverancia y la porfía, rasgos que ambos tenemos muy arraigados; está en nuestro ADN, y se correlacionan tan bien que cuando más perseverante y porfiado es uno, más lo es el otro. También, comprendimos con el tiempo que la Fibro no estaba entre nosotros para separarnos, que debíamos apoyarnos como reza la promesa matrimonial “en la salud y en la enfermedad”, el amor nos unió y salimos victoriosos entendiendo que la fibromialgia es una enfermedad que yo padezco y no es un obstáculo ni para mí, ni para mi esposo ni menos para nuestros hijos. Tenemos recaídas de vez en cuando, nos equivocamos y seguimos aprendiendo, pues nadie nace sabiendo de estas cosas.


Bueno, bueno, no solo de amor y buenas intenciones vive la mujer y el hombre, lanzarme a la aventura de ser feliz viviendo con fibromialgia hizo que buscara la ayuda que necesitaba; como casi todas las mujeres con fibromialgia he realizado la procesión de médicos -que puede durar algunos años- y tuve una variada dieta de medicamentos, hasta que logré encontrar el cuidado que me mantiene estable y con brotes de dolor menos frecuentes y más breves. También la terapia psicológica ha sido parte importante de mi cuidado. La meditación y la actividad física. El cuidado de la higiene del sueño. La alimentación. El Coaching. La quiropraxia. Aspectos centrales de mi bienestar. Te digo francamente, que, aunque me cansa y muchas veces quiero abandonar, el amor que flota en el aire entre mi familia es tan exquisito, huele tan bien y es tan calentito que es el motor para seguir invirtiendo en mi bienestar y en mi felicidad, así que la familia también puede salvarte, -cuando hay cuidado amoroso- y con familia me refiero también a esos amigos que yo los siento como familia.


Cuando el dolor se convierte en un asunto central de tu vida, no esperes menos que frustración, miedo y soledad. No digo que vas a dejar de sentir dolor físico, entendemos que es crónico y que la fibromialgia no tiene cura, eso ya lo sabemos.

Te invito a practicar abrir nuevos caminos, las nuevas rutas no se presentan en la vida como un regalo para personas con buena suerte, y tampoco existe una persona en tu vida responsable de mostrarte y abrirte nuevos caminos.

Ok, sí existe una persona, esa eres tú misma. Busca nuevos caminos de bienestar, no te rindas, no te quedes dormida a la orilla del camino, como dice el poeta.

Eres mucho más que una mujer con fibromialgia, ella no te define.

Es una enfermedad bien malintencionada y pegote, y tú eres una mujer fuerte y decidida, generosa y compasiva, amorosa y altruista. Todo lo que eres capaz de hacer por las personas que amas, hazlo para ti. NO ABANDONES.


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